La llave de la oración

Cuando comprendemos que el Espíritu Santo nos capacita, reconocemos que cada oración es más que simples palabras; es una invitación a la presencia y el poder divino en nuestra realidad cotidiana. Esta conexión nos coloca en una posición de embajador con el propósito divino, permitiéndonos ser canales a través de los cuales el Reino de Dios se manifieste en la Tierra. La oración, entonces, se convierte en una expresión activa de nuestra participación en la obra transformadora de Dios en el mundo.

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