En la historia de Josué, vemos el llamado a ser «diez veces mejores». Este desafío nos insta a superarnos en todas las áreas de la vida, recordando que nuestra fe debe reflejarse en nuestras acciones diarias. Así como Josué condujo a su pueblo a la tierra prometida, nosotros también debemos avanzar con determinación y fe, buscando ser diez veces mejores en nuestro amor, compasión y servicio a los demás. En cada paso, recordamos que la verdadera grandeza no se mide por nuestra posición, sino por nuestro compromiso con la justicia, la bondad y la búsqueda constante de ser mejores seguidores del camino que se nos muestra.
